Educación  |  Investigación de la Ctera sobre la privatización de la educación

La Educación Pública en la mira de las grandes corporaciones

Por UTELPa
La Educación Pública en la mira de las grandes corporaciones

Foto: Captura "The Wall"

Una investigación de la Ctera sobre la privatización de la educación denuncia que, desde la asunción del macrismo, las corporaciones avanzan sobre el sistema público. ONGs, integradas por grandes empresas y bancos, penetran en escuelas y universidades para transformar la educación en una mercancía


D esde hace ya varios años el trabajo docente viene siendo atacado desde diferentes frentes. Prácticamente a diario leemos en medios de prensa -o escuchamos en radio o tv- a periodistas que, en sus líneas editoriales, denuncian la baja calidad de la educación y la importancia que tiene para cualquier país un cuerpo de docentes profesionalizado. El guión es el mismo: Institutos de Formación Docente que no están a la altura de los desafíos actuales, sindicatos que se oponen a las transformaciones necesarias del sistema, pobres resultados en las evaluaciones educativas, insuficientes días de clase por año, y demás.

Estos ataques se han incrementado notablemente en nuestro país en los últimos tres años y repiten, casi de forma calcada, la misma estrategia de desgaste implementada durante los años 90. Por un lado se recorta presupuesto y, por el otro, se milita el desprestigio docente. Desgastar para debilitar. Y debilitar para avanzar sobre la educación pública. Porque la educación pública es un nicho de mercado que promete ganancias exorbitantes: a editoriales, a consultoras, a empresas de capacitación y formación, a fundaciones y multinacionales que se presentan como preocupadas por la educación.

Detrás de cada propuesta de mejora en la calidad educativa se esconde un enorme negocio. Por ello los organismos de crédito internacionales (Banco Mundial, OCDE, BID) se han transformado en palabra autorizada, en palabra experta para hablar sobre educación. Tanto es así que la disputa más fuerte hoy se da en la evaluación. Hay una insistencia casi obsesiva por evaluar aprendizajes y desempeños docentes. Y esta insistencia por evaluar, además de esconder un enorme negocio para las agencias evaluadoras, esconde una estrategia de dominación. Porque quien evalúa decide, finalmente, sobre el diseño de las políticas educativas. No hay asepsia ni búsqueda de objetividad en los criterios de evaluación educativa: hay voluntad de dominio y control sobre la política educativa de los Estados.

La educación pública es el único freno al avance de las grandes corporaciones, del mismo modo que los sindicatos docentes son la última barricada frente al apetito desmedido de éstas.

Corea del Sur es un país que, según el ranking PISA, está dentro de los mejores 10 países del mundo en cuanto a calidad educativa. Samsung, la conocida empresa de telefonía celular, es una corporación surcoreana, al igual que Daewoo, Fila, Hyundai, LG, entre otras. No obstante, no todos saben que Samsung es un imperio empresarial: un chaebol, en coreano. Ningún sector de la economía del país le es ajeno: desde astilleros navales hasta el sector nuclear, desde la industria pesada hasta la construcción inmobiliaria, desde parques de diversiones hasta la venta de armas; hasta las panaderías de barrio son propiedad de Samsung o, en su defecto, de otro chaebol.

“En Corea del Sur –explica Park Je-song, un investigador del Korean Labor Institute- vos nacés en una maternidad que pertenece a un chaebol, vas a una escuela chaebol, recibís un sueldo chaebol –porque casi todas las pequeñas y medianas empresas dependen de ellos-, vivís en un departamento chaebol, tenés una tarjeta de crédito chaebol y hasta tus actividades de ocio y tus compras serán gestionadas por un chaebol”. (1)

Los trabajadores de Samsung le brindan a la empresa doce horas de trabajo diario (como mínimo), seis días a la semana. El séptimo día están tan cansados que, por lo general, prefieren quedarse en los complejos habitacionales que les brinda la empresa en lugar de trasladarse para visitar a sus familias.

Previo a su incorporación, los trabajadores debieron hacer mérito en su tránsito por la educación básica. Hacer mérito significa sobresalir en un sistema educativo por demás competitivo. “Seis o siete horas de clase en la escuela, más cuatro o cinco horas de clase privadas, más tiempo de estudio en casa o en bibliotecas para un estudiante de secundaria. Los alumnos surcoreanos estudian 16 horas más a la semana que la media de la OCDE.”(2) Y sus padres trabajan de sol a sol para poderles financiar su educación.

No sorprende que Corea del Sur le dispute a Japón la tasa de suicidios más alta entre menores de 24 años. Y no sorprende que Japón también esté dentro de los 10 mejores países según el ranking PISA.(3) Pareciera que para poder tener un buen desempeño en estas evaluaciones hubiera que sacrificar a una parte de la población joven.

La “inserción al mundo” significa, cada vez más, habilitar la llegada a nuestro país de grandes corporaciones internacionales que funcionan con altos estándares en cuanto a exigencias de cualificación, pero que se desenvuelven con criterios medievales, imponiendo jornadas de trabajo maratónicas y prohibiendo la sindicalización. Habilitarles, a través de los organismos de crédito internacionales, el acceso al diseño de políticas públicas es allanarles el camino hacia un reconfiguración de la sociedad que significará más desigualdad, con más inequidad y explotación.

Todavía estamos a tiempo de defender y conservar nuestra educación pública. Debemos estar atentos a los cantos de sirenas que esconden, bajo sus promesas, un avance privatizador.