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  Desde la asunción del gobierno de Macri las distintas fracciones sociales populares vienen desarrollando importantes luchas sectoriales para impedir el avance de las políticas de ajuste y garantizar un piso de conquistas.

Basta hacer un breve repaso para constatar esto: la huelga de ATE en febrero de 2016 frente a los despidos masivos en el sector público; la contundente movilización de las distintas CGT (menos la de Barrionuevo) y las CTA el 29 de abril de 2016 en defensa del empleo que aglutinó a cientos de miles; la marcha del sector universitario el 12 de mayo de 2016 sólo comparable en su masividad y heterogeneidad a la de 2001 contra el feroz ajuste de López Murphy; la gran movilización de San Cayetano en agosto de 2016 protagonizada por la CTEP y el conjunto de trabajadores precarizados; las importantes luchas de los trabajadores de Ciencia y Técnica contra el ajuste y el desmantelamiento del sistema científico y técnico nacional que explotaron en diciembre de 2016 obligando al gobierno a retroceder varios pasos; las movilizaciones masivas de marzo de 2017 de docentes (6/3), CGT (7/3) y del movimiento feminista (8/3); la huelga general de la CGT del 6 abril de 2017 que paralizó el país (y a la que se sumaron las CTA); la movilización de la CGT del 22 de agosto contra las políticas del gobierno (aunque sin consenso interno); la movilización de las CTA, Camioneros (y moyanismo) y la Corriente Federal de Trabajadores contra las tres leyes impulsadas por el gobierno (previsional, laboral e impositiva) el 29 de noviembre; la movilización de la CTEP y otras organizaciones el 13 de diciembre; el paro de la CGT del 18 de diciembre contra la reforma previsional (aunque luego no fue realizado efectivamente por varios de los gremios que habían votado por el paro).

El conjunto de fracciones de la clase trabajadora (profesionales y técnicos, obreros, trabajadores precarizados y de la economía popular), de los movimientos sociales (derechos humanos, género, etc.) se encuentran muy movilizados sectorialmente. También podemos agregar a capas del pequeño y mediano empresariado, aunque con un nivel menor de movilización (muchos que tenían grandes expectativas por el cambio de gobierno). Ello pone de manifiesto una gran capacidad de resistencia en términos gremiales y sociales que, en un escenario político que no es de Resistencia gremial social sino que está abierta la situación político-estratégica, ello deviene en capacidad de defensa de derechos.

Aunque el gobierno neoliberal avance, su programa se encuentra sometido a una permanente obstaculización, negociación, idas y vueltas, pérdidas de capital político, etc.

El gran problema para estos distintos sectores, movimientos, grupos y clases subordinados fue que dicha resistencia no se tradujo a la política, por el proceso de desarticulación de las fuerzas nacionales y populares. Desde que este proceso se inició en 2012 -sumado a la restricción externa (falta de divisas) y al cambio de contexto internacional- el debilitamiento ha sido evidente: se agotó el proceso de transformación-profundización y el FPV, que había sintetizado a la mayor marte de las fuerzas nacionales y populares en 2011, perdió tres elecciones seguidas en la provincia de Buenos Aires.

Pero el piso organizativo y de derechos conquistados sigue siendo elevado. Tanto los niveles salariales que existen en Argentina para buena parte de los trabajadores o el importante gasto social en los trabajadores precarizados y excluidos al que se vio obligado el gobierno por la lucha popular (a partir de lo cual se construye la economía popular y solidaria) indican que el programa neoliberal tiene una importante barrera popular. Sin embargo, esta barrera va a ir retrocediendo paulatinamente si no se resuelva la rearticulación político-estratégica de las fuerzas nacionales populares.

La creciente unidad de importantes sectores en lucha desde noviembre y las movilizaciones de diciembre frente al avance de la reforma previsional marcan, probablemente, el inicio de otra etapa: un salto cualitativo de lo gremial-social-sectorial a lo político gremial (mayores niveles de unidad, organización, heterogeneidad y visión programática) para enfrentar a la política de gobierno.

De avanzar la situación en este sentido, va a conformarse nuevamente y de manera progresiva un núcleo político gremial de los trabajadores y los sectores populares (núcleo popular, desarrollo de la clase trabajadora), tal y como sucedió a fines de los 90’: una fracción de la CGT (como entonces fue el MTA y hoy moyanismo, CFT y otros), que por momentos motoriza a sectores del reformismo corporativo (los llamados “dialoguistas”: gordos, independientes, etc.) y sólo en ocasiones muy específicas al sindicalismo “amarillo” patronal; las dos CTA; y la CTEP con el conjunto de fuerzas que organizan trabajadores precarizados, desocupados (a veces mal llamados barriales o territoriales). Este núcleo puede avanzar en alianzas con organizaciones que expresan pymes urbanas y rurales y cooperativas, para sumar heterogeneidad en la lucha, articulándose una fuerza político social de la Producción y el Trabajo.

Tanto las articulaciones que se vienen dando entre estos sectores, como la impresionante marcha de hoy (21 de febrero) que recuerda a la del 29 de abril de 2011, pueden devenir en la consolidación de un núcleo popular. El salto en el lucha hacia lo político-gremial que se produjo en estos meses y hoy se sintetiza, va configurando un contra qué común, a la vez que sienta las bases para definir un para qué (programa), un quién y con quienes (sujeto, alianza) y un qué (identidad). Ello pude presionar para la rearticulación de los actores políticos de las fuerzas nacionales populares, con centralidad en el peronismo, como sucedió en la Cámara de Diputados en diciembre.

Luego de las elecciones legislativas y el avance de Cambiemos en ciertas políticas claves de su proyecto, las distintas organizaciones políticas afines a lo nacional popular (o que contienen-representan parcialmente algunos sectores nacionales populares) se encuentran en un proceso de debate y reflexión para avanzar en mayores niveles de unidad. La situación en Argentina se encuentra frente a la posibilidad de consolidar un cambio de etapa. Ello abre el escenario de 2019, que hasta ahora era sombrío ya que no se quebraba la tendencia iniciada en 2012.

* Nota publicada en Revista Orillas

 
 
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