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  Por Flavia Terigi  
   
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  Dicen los medios y anuncia el gobierno: el 31 de octubre por la tarde 31.600 estudiantes del último año, el cuarto, de la carrera docente en todo el país [después dicen, que no, que no es en todo el país, vio cómo son las noticias] darán la prueba Enseñar, organizada por el Ministerio de Educación nacional y su Secretaría de Evaluación Educativa.

Estimado lector no docente: ¡seguro que le ha gustado! Si tiene un rato, ¿me acompaña a analizarlo?

PIENSE EN SU TRABAJO. La pregunta no es: ¿usted, qué trabajo tiene ahora?” sino “¿usted, de qué trabaja?”. Pongamos que usted dice: docente, anestesista, escribano, soldado, conductor de remises, cartero, encargado de edificios, periodista. Piense ahora que le parece bien que se evalúe a la gente que hace un trabajo ANTES de que lo haga. Yo estoy de acuerdo. Algunos trabajos son tan sensibles que quienes quieren realizarlos necesitan ser evaluados ANTES. No es que uno entra al trabajo y aprende allí cómo se hace, sino que uno estudia para hacerlos y, si no se formó, no puede hacerlos. En verdad, eso existe: se llama estudios ligados a la habilitación profesional. La docencia es uno de esos trabajos.

VOLVAMOS A LA PREGUNTA: “¿Usted, de qué trabaja?”. Imagine que le piden a Ud. que arme una prueba para saber que alguien va a hacer bien un trabajo en el área en la que Ud. trabaja. Difícil, dirá Ud., pero no imposible, Ud. sabe de ese trabajo. ¿Saben quiénes están armando las evaluaciones que nos van a asegurar que los futuros docentes saben lo que tienen que saber? Yo conozco de ese trabajo, y no lo sé. Las pruebas “Enseñar” que anunció el Gobierno no son como se las imagina usted, armadas por gente que conoce el trabajo: son armadas por personas que no sabrían cómo alfabetizar, cómo plantear un proyecto multidisciplinario, cómo trabajar con un acompañante no docente, etc etc etc. Las pruebas Enseñar no son una evaluación sobre la que se viene trabajando desde hace mucho, ni han sido debatidas en lugares donde se sepa un poco sobre el tema: son un conejo sacado de la galera. Una galera que los de educación conocemos bien, sabemos los trucos que tiene: un Estado que no sabe cómo resolver problemas, disfraza su falta de políticas “evaluando” cómo lo resuelven (siempre mal, claro) otros.

¿SABE QUIÉN CONTROLA LOS ESTUDIOS QUE HABILITAN A LOS FUTUROS DOCENTES PARA TRABAJAR? El Estado; en términos operativos: el gobierno. Por ejemplo: en la Ciudad de Buenos Aires, que gobierna hace diez años, el gobierno nunca evaluó la “calidad” de sus docentes en los términos en que lo propone ahora. Ahora el Estado (en términos operativos, el gobierno) dice que va a evaluar a quienes se reciban como docentes como no tuviera nada que ver con su formación. Como si tuviera que contratar (digamos) astronautas, y dijera: “Pero los voy a evaluar antes de habilitarlos”.

Ahora le pido (y con esto termino) que se imagine la complejidad, la variedad, de la tarea de enseñar. Y que me diga si le parece razonable que una prueba nos muestre mejor que treinta y pico de exámenes la “calidad” de la formación de los futuros docentes. Algún periodista puede decir: “los docentes se oponen a la evaluación”. Disculpémoslo: al parecer, no tiene la obligación de saber de lo que habla. En mi caso, soy docente, digo (una vez más) que los problemas no están allí, y le pido que no se dejen engañar con SOLUCIONES FÁCILES PARA PROBLEMAS MUY DIFICILES. De todos modos, no va a servir de mucho.

Yo le diría al Gobierno que se ahorre el gasto. YA SABEMOS LO QUE VAN A ENCONTRAR. Le van a contar a la ciudadanía en unos meses qué malos que son los futuros docentes. Porque de esto se trata: los que estudian para ser docentes o trabajan como docentes están (estamos) bajo sospecha.

 
 
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